Arte Contemporáneo: ¿sigue siendo arte?

“El arte de hoy rompe con los paradigmas que antes lo definían. No sólo ya no se divide en disciplinas, sino que ya no inventa nada” por Gabriela Gorches

Ya sea que estemos o no de acuerdo con el rumbo que ha tomado, es evidente que el concepto de “arte” es otro desde aquel día no tan lejano en que el mingitorio de Marcel Duchamp demostró que cualquier objeto fuera de su contexto puede ser percibido de manera distinta. Por su parte, la posibilidad de reproducir en serie la calidad de una obra artística, y la de registrar cualquier fragmento de vida en una secuencia fotográfica o en formatos audiovisuales, han continuado con la labor de mutación a nivel sensorial; la percepción se ha adecuado a la presencia masiva —e invasora— de todo tipo de estímulos.Paso a paso, de una manera natural, el lenguaje y los recursos del arte, los medios y la publicidad se han ido mezclando. Sin embargo, el hombre transformado, el artista que se gestó a raíz de todos estos cambios, parece seguir siendo el mismo: su quehacer está relacionado con romper paradigmas, con el uso y fabricación de nuevas formas de comunicar.No cabe duda que la imaginación creadora es producto de su entorno, por ello cada época gesta sus propios artistas. Pero también la tecnología pertenece a un momento específico, y es de la combinación de estos dos factores, artífices y recursos materiales disponibles, de donde provienen el tipo de representaciones características de cada tiempo.

Hoy, nuestro entorno abunda en imágenes (ya sean visuales, sonoras y/o audiovisuales), sugestivas, convincentes, muchas veces violentas; es su presencia lo que define a la sociedad actual. El arte contemporáneo pone de manifiesto el poder que tiene esa imaginería global para fabricar una sensibilidad colectiva, reduciendo así al ser humano al estado de masa, sustituyendo en su inteligencia la aspiración a la autonomía por la de una satisfacción que nace de la pertenencia a través de los sentidos, pero que, de acuerdo a su naturaleza, es ilusoria.El problema es que, para llevar a cabo su denuncia, a los autores no les queda sino valerse del mismo medio que critican.Por otro lado, los temas recurrentes en la producción son las fronteras, la manipulación de los sistemas de poder, lo estandarizado, la paradoja de la globalización; las propuestas expresan sobre todo una conciencia incómoda en relación con los límites (local/globalizado, personal/de la sociedad, tradicional/moderno, sensual/intelectual); esos linderos constituyen la inquietud, y son las mismas zonas de conflicto en las que el resto de la sociedad vive y sufre todos los días.También los varios ámbitos en los que incursionan los artistas son más que nunca actuales: sociología, urbanismo, ecología, política; parecería que el universo del autor es el mismo que el del público. En realidad lo ha sido siempre; a lo largo de todas las épocas de la historia del arte, creadores y espectadores han compartido un mismo universo, la diferencia es que la preocupación de los primeros solía ser sublimarlo para que fuera habitable, mientras que ahora lo hacen surgir en forma de propuesta a participar en un exorcismo que es ya inminente.El arte de hoy rompe además con los paradigmas que antes lo definían. No sólo ya no se divide en disciplinas, pues una pieza puede resultar, por ejemplo, de la escultura, video y grabado, sino que a veces nada más transforma o altera para luego repetir mil veces el “original” que ha obtenido; es decir, ya no inventa nada. En algunos casos ni siquiera se manifiesta en un objeto o algún tipo de pieza, sino que consiste únicamente en un video que documenta el proceso.Nadie lo niega; no es fácil apreciar la producción artística de nuestro tiempo. Para el propio autor constituye más que nunca un reto al ingenio, a sus capacidades que deben incluir un amplio conocimiento de las técnicas y los materiales existentes. Además de cómo y con qué expresarse, parte de su quehacer es concebir de qué manera presentar, curar, nombrar, plantear su obra de forma que le llegue al público.Este último, por su parte, juega el papel que siempre ha mantenido en esta relación artífice-testigo: su actitud es desconfiada, se resiste a aceptar las propuestas, el nuevo lenguaje, el modo operativo. Y eso que él es el único que podría dar fe de la presencia del arte en la obra, pues, si acaso es real, se manifestaría como un cambio muy sutil en el interior del espectador, quizá el punto de arranque de una transformación que incluso tal vez ni siquiera suceda.En suma, a veces parece arriesgado afirmar la validez de la producción artística contemporánea, aunque por otro lado suscita reacciones que difícilmente corresponden a una ausencia, y si tales reacciones surgen en contra de, es quizá porque el arte, fiel a su esencia, sigue siendo profético.Tomado de La JornadaEn http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=…

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